Era cierto que Traveler dormía poco, en mitad de la noche suspiraba como si tuviera un peso sobre el pecho y se abrazaba a Talita que lo recibía sin hablar, apretándose contra él para que la sintiera profundamente cerca. En la oscuridad se besaban en la nariz, en la boca, sobre los ojos, y Traveler acariciaba la mejilla de Talita con una mano que salía de entre las sábanas y volvía a esconderse como si hiciera mucho frío, aunque los dos estaban sudando; después Traveler murmuraba cuatro o cinco cifras, vieja costumbre para volver a dormirse, y Talita lo sentía aflojar los brazos, respirar hondo, aquietarse.
«Si toutes les filies du monde / voulaient se donner la main / tout autour de la mer / elles pourraient faire une ronde. / Si tous les gars du monde / voudraient bien être marins / ils feraient avec leurs barques / un joli pont sur l’onde. / Alors, on pourrait faire / une ronde autour du monde/ si tous les gens du monde / voulaient se donner la main.
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